Los imágenes compartidas pueden derivar en situaciones peligrosas, desde estafas y ciberbullying hasta el uso del material para pornografía infantil; expertos explican de qué manera es posible proteger a los menores y analizan a qué responde la necesidad de los adultos de exhibir lo que ocurre en la esfera íntima de la familia.
De la mano del crecimiento exponencial de las redes sociales, se romantizó el hecho de publicar en las cuentas personales fotos y videos de la primera comida de un hijo, una visita al médico, un paseo por la plaza o su inicio de clases. También se muestran sus vidas cuando ya son adolescentes, aunque a cierta edad no les resulte divertido mirar la camarita del celular de los padres. Nada de esto es inocuo: los expertos advierten sobre los múltiples riesgos que estas prácticas suponen sin que haya una real conciencia por parte de los adultos. Las publicaciones pueden transformarse en material para redes de pornografía infantil, promover el grooming, el ciberacoso, el ciberbullying y el robo de identidad o de datos personales.
Las cifras sobre la presencia de los menores en las redes sociales son abrumadoras. Según un estudio de la empresa de seguridad informática AVG, difundido en 2019, el 81% de los bebés tienen presencia en internet antes de cumplir los seis meses. La encuesta que, abarcó a diez países, arrojó además que el 23% de los niños debutan en línea incluso antes de nacer porque sus padres publican imágenes de las ecografías. Una investigación realizada ese mismo año por EU Kids Online señala que el 89% de los padres en España comparten imágenes de sus hijos una vez al mes y que solo el 24% les preguntan si están de acuerdo.
“En un principio todos creímos que compartir fotos en internet era lo más normal. Cuando aparecieron las plataformas nos sedujo eso de que podíamos publicar lo que hacíamos, con quién estábamos y adónde íbamos. Pero años después, con la masificación de estos canales, empezamos a entender que no todo es tan inocuo”, señala Marcela Czarny, fundadora y directora de Chicos.net, una organización civil que promueve los derechos de menores y adolescentes en entornos digitales. La especialista sostiene que, si bien las redes sirven para acercar a la gente, comunicarse y expresarse, vienen acompañadas de problemas encubiertos. “Las mamás y los papás publican las fotos de sus hijos con la mejor intención sin darse cuenta de que esto puede llegar en un extremo a un pedófilo o de que alguien con fines delictivos se puede apropiar de ellas. Lo que se sube a internet ya no es de nadie”, advierte. Y pone el acento en la necesidad de tomar conciencia acerca de la huella digital, que es todo el camino que dejamos como usuarios de internet.
La palabra sharenting proviene de la fusión del término share, que significa compartir, con el término parenting o paternidad. Y se refiere a la acción de sobreexponer a niños, niñas y adolescentes en internet por medio de la publicación excesiva de fotografías sin su consentimiento.
Esta práctica, cada vez más instalada en una sociedad atravesada por lo digital, puede tener consecuencias que afectan la integridad de los menores. “Desgraciadamente, muchas de esas imágenes publicadas por familiares son utilizadas por grupos de personas vinculados a la elaboración de imágenes de pornografía infantil, que además usan técnicas de edición con dispositivos de Inteligencia Artificial”, explica Carlos Christian Sueiro, profesor de Criminalidad Informática, especialista en Derecho Penal y abogado por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Y agrega: “A partir de la IA generativa, la imagen inocente de un niño, niña o de un adolescente, puede ser convertida en una imagen del desnudo del menor o del adolescente, exhibiendo su genitalidad, o bien, pasar a representar una actividad sexual explicita”. Luego, esas imágenes son distribuidas, difundidas o incluso comercializadas en la red profunda o deep web.
Se suman también otras cuestiones relacionadas con la inseguridad que pueden resultar de compartir imágenes o videos donde pueden identificarse datos personales de los menores. Por ejemplo, fotos que los muestran con el uniforme del colegio al que van o en las que se evidencian los lugares que visitan con frecuencia como el club o la plaza cercana. Es más, no es poco habitual que se logre visualizar la puerta de la casa donde viven.
Un artículo académico de la Doctora en Ciencias Jurídicas y en Ciencias de la Educación Bibiana Nieto, llamado El sharenting y los derechos personalísimos del niño en Argentina, elaborado en el marco de los proyectos de la Universidad Católica Argentina (UCA), se analizan las consecuencias de compartir información sin recaudos. “Cuando, por ejemplo, un padre publica en una red social una foto de su hija acompañada de un: ‘¡Feliz cumpleaños, María!’, está dando a conocer su cara, su nombre y el día de cumpleaños, datos que podrían ser de utilidad para quien planea cometer un delito”, dice el texto. “En este sentido, un reporte del Comisionado de Seguridad Electrónica Infantil de Australia informa que las fotos inocentes de niños compartidas originalmente en las redes sociales y blogs familiares representan hasta la mitad del material que se encuentra en algunos sitios de intercambio de imágenes de pedófilos”, consigna el artículo, publicado en 2021 por la Revista Perspectivas de las Ciencias Económicas y Jurídicas. Vol. 11, N° 2, de la Universidad Nacional de La Pampa.
Entre otros delitos asociados, la autora enumera el secuestro digital o robo de identidad -que ocurre cuando alguien toma fotos de un niño de las redes sociales y las reutiliza con nuevos nombres e identidades- o el bullying, es decir cuando las fotos, videos o audios son utilizados por otros para su hostigamiento.